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16 nov 2011

LA UNIDAD HACE LA FUERZA

La competencia a la Iglesia de Inglaterra desde el lado católico se vio enormemente reforzada en la segunda mitad del siglo XIX con la inmigración masiva desde Irlanda, provocada por el derrumbamiento de la economía agraria de ese país. Jornaleros agrícolas irlandeses llegaron en masa a las cuidades industriales de Inglaterra, en especial a Liverpool, y empezaron a crear un nuevo catolicismo a gran escala, urbano y obrero. A principios del siglo XX los católicos ya alcanzaron un 10% de la población de Inglaterra. La composición del catolicismo inglés se hizo más variada, dado que muchos de éstos ascendieron en la escala social. Pero la Iglesia Católica siguió manteniendo una proporción más elevada de practicantes en sus iglesias que la Iglesia de Inglaterra. Es sorprendente constatar que en los años 1980 había más católicos practicantes que anglicanos practicantes en la mayoría de las grandes ciudades de Inglaterra.
MATANZA DE PROTESTANTES


Sería difícil imaginar una evolución más extraordinaria en un país cuyos mitos de nacionalidad han hecho identificar a Inglaterra con la reforma protestante y el rechazo a Roma. Así que, en un sentido muy importante, la Iglesia de Inglaterra nunca ha sido en ningún momento desde el siglo XVII una Iglesia nacional capaz de imponer una uniformidad religiosa comparable a la Iglesia Católica en España. Al contrario, se ha visto obligada a tolerar rivales que han ejercido una gran influencia, tales como la Vieja y Nueva Disidencia y el auge del Catolicismo, y no puede reivindicar el tener el cuerpo más grande de adherentes activos, aunque siga siendo la religión nominal de la mayoría de la población.
La historia de la libertad religiosa en Inglaterra y en España es entonces una historia de contrastes.

La historia de la libertad religiosa en Inglaterra y en España es entonces una historia de contrastes. Los intentos en España para introducir la libertad plena de creencia religiosa, en 1869 y de nuevo en 1931, fueron de corta duración. Durante la mayor parte de los siglos XIX Y XX no sólo fue el catolicismo la religión del estado, sino que los derechos de las demás confesiones cristianas para organizarse o predicar se vieron fuertemente restringidos. Además, la Iglesia Católica disfrutó de un papel muy privelegiado en la educación, la censura, y ejerció una influencia sobre la legislación. La libertad religiosa no fue introducida definitivamente por el estado español hasta 1967, cuando el régimen de Franco no tuvo más opcións que no fuera la de adoptar la declaración de libertad religiosa decretada por el Segundo Concilio Vaticano. Durante la mayor parte del largo período que abarca desde la Contrareforma, España ha tenido una ortodoxia religiosa, mantenida poderosamente por el es- tado así como por la Iglesia. El catolicismo ha sido inevitablemente asociado no sólo con la devoción, la fe, la unidad y la identidad nacional, sino también con la coerción y la represión.

En contraste, la Iglesia de Inglaterra ha llegado gradualmente a entenderse con una tolerancia cada vez más completa hacia las confesiones rivales. En 1828 la revocación del Test and Corporations Act abrió el camino para que los disidentes protestantes (o, como suele denominárseles hoy en día, los no-con- formistas) pudiesen acceder a los cargos públicos.

Aunque la Iglesia de Inglaterra siguió siendo, como lo sigue siendo hoy, la Iglesia estatal de Inglaterra, sus vínculos con las funciones políticas y burocráticas del estado fueron aflojados de forma irreversible por esta serie de leyes de hace un siglo y medio.

Fernanda Soria Cruz 144490
Fuente: Las mentalidades religiosas en Inglaterra y España en el siglo XX: estudio comparativo
Frances Lannon Lady Margaret Hall. Oxford

15 nov 2011

How far could free Religious Thinking go?

Johann Rudolf Werdmüller who had owned the peninsula in the seventeenth century had installed a smithy in the house which the servants were to call their new home. So prolific were the rumours around this extravagant man that 250 years later the memory of his extravagance was still alive.

 Who was Hans (Johannes) Rudolf Werdmüller? What had made him so well known? Part of the answer lies in the conflict between Werdmüller and a cousin of his involving accusations of the serious crime of blasphemy. The accusations had a considerable public impact, bringing important religious matters into the spotlight and providing evidence of wider battles over the desirability and nature of religious tolerance.

Religious matters like blasphemy were as much a hybrid public and private affair in early modern Zurich as elsewhere in Europe.It is significant that the conversations Thomas Werdmüller used to accuse Hans Werdmüller had happened during important social events.
But what exactly did Thomas accuse Hans Werdmüller of? 
There were limits to religious tolerance. The clergy’s diplomatic attitude did not go so far as to blur the line between what might be tolerated and what was absolutely intolerable. It was perfectly clear that the Reformed religion was the only true faith. Nobody could enter the kingdom of heaven who did not believe nor trust in Christ according to the Reformed confession. Evidently Werdmüller did not share this point of view. In his defence he presented the unorthodox tolerationist and proto-freethinking argument that true Christians should not condemn anyone. For him the crucifixion narrative demonstrated that even criminals could be saved, and he had concluded from this that there must be different paths to heaven. Hans Werdmüller had obviously allowed himself free rein to think about theological issues on his own initiative. But he proved to be unaware of the limits he strained against as he finally admitted he must have misunderstood the biblical message. In the end the report stated that Werdmüller had “talked in a dangerous, unreflected and irritating way” but that he now fully realised his error. Once more the dangerous accusation of blasphemy was evaded...
At the end he said to the crowd .. "at least I had the courage to think for myself about life and God, and i felt free.. you can say you don't agree but you cant blame me for doing it "





AUTOR: FERNANDA SORIA CRUZ 144490
FUENTE: LOETZ, FRANCISCA. "How Far Could Free Religious Thinking Go? The Case Of Johann Rudolf Werdmüller, Zurich 1658."Journal Of Religious History 32.4 (2008): 409-421. Academic Search Complete. Web. 15 Nov. 2011.

8 nov 2011

EL FACTOR DIOS

EL FACTOR DIOS

por José Saramago




   En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá 'ver' cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados. Los hombres eran rebeldes. En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo. Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero. En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras. Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York.

 Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban.

 Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares.
    Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta. En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda. El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez 'aquí estoy' cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado. Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda- de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura. 



Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios. Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana. Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real. A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir. Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel. Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente textos sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa.
   Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia. Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella. No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra...) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones. Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.

¿En que se ha convertido la humanidad?,  es nuestra cobardía la que nos impide dar la cara los crímenes que sin razón llegamos a cometer, el egoísmo humano inclina a los hombres a hablar de Dios y el respeto a el sin entender siquiera que para respetar se empieza por hacerlo en el plano terrenal, para con los demás. Conseguir la aceptación dentro de los creyentes, no vuelven a los crímenes menos inhumanos.
Autor: Fernanda Soria Cruz 144490

27 oct 2011

Crimenes a la humanidad..

La falta de tolerancia religiosa, fanatismo..El Holocausto 
Masacre Judía.




Contribuyente: Fernanda Soria Cruz 144490

25 oct 2011

LAS CRUZADAS.


El siglo XI fue el apogeo de la fe cristiana, donde la ilusión de una Europa unificada bajo la autoridad papal, parecía ser una realidad palpable.

Esta época gloriosa se empañó cuando los turcos seléucidas abrazaron el islam  y se opusieron a toda fe distinta de la suya. Con el objetivo de eliminar a sus adversarios religiosos, atacaron el imperio de Oriente y se apoderaron del Asia menor.
Con el objetivo de erradicar a los infieles musulmanes de Tierra Santa, enarbolando una bandera que mostraba como símbolo una cruz roja, se inició la Guerra Santa, por orden del Papa Urbano II.

Los peregrinajes a Tierra Santa fueron prohibidos y el odio se hizo evidente entre estos fanáticos musulmanes y los caballeros, que también habían jurado defender la fe católica aún a riesgo de sus vidas. Los caballeros templarios realizaban las cruzadas, que eran en realidad una masacre hacia los pueblos no creyentes del cristianismo. Disfrazando las acciones de exterminio como peregrinación misionera para aumentar la fe. 

Las Cruzadas sólo fueron colonialismo medieval disfrazado con adornos religiosos.



 

Hubo en total 8 cruzadas, entre los siglos XI y XIV.


 Autor: Fernanda Soria Cruz ID. 144490 
 Fuentes: Guía de Historia Universal: Tiempos antiguos.